"Las ideas son menos interesantes que los seres humanos que las inventan" FranÇois Truffaut

miércoles, junio 10, 2015

El sexo en tiempos neofeministas (Dry martini, sexo anal)



En Libertad Digital cuento el kafkiano caso que está padeciendo Peter Nungeßer, acusado de violación por Emma Sulkowicz. Finalmente exonerado, sin embargo, su vida se ha convertido en un infierno por el escrache neofeminista al que se ha visto sometido.  Tras escribir el artículo he sabido que Emma ha dejado el colchón por la cámara de vídeo y ha grabado una recreación de su versión de lo que sucedió, titulado a lo Magritte “Esto no es una violación”.  No hace falta que lo jures.  Sus delirios de grandeza le llevan a establecer una especie de sucedáneo de interrogatorio psicoanalítico a los posibles espectadores (sus papis son psicoanalistas y se ve que no ha superado el trauma).  Usualmente suelen ser los espectadores los que juzgan al artista pero en este caso pretende hacer lo contrario.  Tengan cuidado, porque si no hacen lo que la "artista" ordena es capaz de acusarles de "violación simbólica".




En la web donde lo ha colgado establece una serie de condiciones morales para ser visto y da instrucciones hermenéuticas para interpretarlo.  Desde que la Unión de Artistas y Escritores Proletarios le marcara a Shostakovich las directrices políticas para componer música para el pueblo y no ruido pequeño burgués, no había leído un manifiesto tan pretencioso como vacuo y totalitario. Quizás en la distopía neo-feminista los “artistas” le diga a los espectadores cómo y cuándo tienen que ver e interpretar su obra pero mientras todavía quede un resquicio para el liberalismo político va a resultar que la libertad de expresión va a continuar estando tan vigente como la presunción de inocencia.  Por mucho que moleste a Emma Sulkowicz y demás neo-feministas de género.  Pero una vez visto el vídeo el problema no está en la sobreabundancia de sexo.  Sino en la falta de amor.  Aquel mensaje en Facebook de Emma a Paul, dos meses después del "evento": “I love you Paul. Where are you?!?!?!?!” Hay que reconocerle a Sulkovicz que involuntariamente ha inventado el porno-existencialista.  El problema no está en que la sodomizara sino en que tras hacerlo no le dio ni siquiera un beso y tuvo que dormir, pobrecita, sola...










Y es que no hay que abusar del dry martini que luego pasa lo que pasa


1 comentario:

Anónimo dijo...

Hace tiempo que el ámbito universitario y educativo en general es utilizado por los totalitarios de lo ”políticamente correcto” (muy en concreto por el feminismo y el ecologismo) como centros de adoctrinamiento y exhibición de sus condenas públicas inquisitoriales.

El feminismo, ese que conquistó el poder (los demás son bella literatura), nació colectivista y como todos los colectivismos es estatista y enemigo acérrimo de la libertad e igualdad ante la ley.

Difícil, sino imposible, es hoy encontrar a un ciudadano cualquiera de país desarrollado que no conozca algún caso de victimización de un hombre por una feminista, muy en concreto en el ámbito de las relaciones domésticas y familiares; pero cada día son más frecuentes encontrarlos también en los ámbitos de la empresa y de la universidad (como el que nos traes) los casos de “los chivos expiatorios” quemados por el feminismo en las plazas públicas mediáticas.

Incluso avanza cada día más la "violencia institucional" contra el varón con leyes discriminatorias en los ámbitos penal (igual delito, distinta pena); empresarial (imposición de cuotas, por supuesto, no para trabajos peligrosos); fiscal (rebajas fiscales y subvenciones por doquier para infinitas instituciones públicas feministas, que son en definitiva y mayoritariamente una forma de explotación económica del varón vía impuestos); etc.

Como todo totalitarismo, el feminismo (palabra en si misma ya sexista), es constructivista y por tanto, lleva en su ADN como objetivo central la construcción de “la nueva mujer”. Una “nueva mujer” en la que inexorablemente avanza de manera generalizada hacia ellas la desconfianza de la otra mitad del mundo: los hombres.

Fernando Nogales