En Rusia dos hombres terminaron una discusión sobre Kant... a tiros. Parece lo más contradictorio del mundo que el autor del imperativo categórico y el proponente de la paz perpetua pueda inspirar nada menos que un asesinato. Sin embargo, hay algo de tenebroso en el máximo exponente de la Ilustración, o sea, de las Luces. ¿Por qué si no el también ruso Mijail Bulgakov en su novela El Maestro y Margarita haría que el mísmisimo Satán desayunase todos los días en persona con el filósofo alemán (aunque hoy sería ruso, dado que la entonces prusiana Könisberg es ahora la rusa Kaliningrado)?
Nietzsche, por su parte, lo admiraba y detestaba a partes iguales, (des)calificándolo como "el chino de Könisberg". Disciplinado y obsesivo hasta la manía, Kant es el filósofo paradigmático de la razón "pura". Y aunque su extremo racionalismo se vio atemperado por las charlas con el comerciante británico Joseph Green (tan puntual como él), que le hizo descubrir a Hume y su no menos radical empirismo, siempre quedó en él una querencia por el dogmatismo de la razón que, a la manera goyesca, produce monstruos. Un ejemplo del dogmatismo racionalista en el campo de la política lo encontramos en el contemporáneo de Kant, Maximilian Robespierre que arrumbó a los antiguos dioses para colocar en su pedestal a la idolatrada Razón que le condujo a implantar el Terror "de la virtud" y la guillotina.
Precisamente contra esa yihad racionalista, decapitaciones incluidas, advierte a sus hombres el capitán Aubrey en las arengas de enardacimiento a sus marineros antes de entrar en batalla contra Acheron, el barco de guerra de la marina de Napoleón, ese híbrido de revolución y despotismo ilustrado:
"¿Queréis ver una guillotina en Picadilly? ¿Queréis llamar rey a ese andrajoso de Napoleón? ¿Qué vuestros hijos canten la Marsellesa? Señor Mowett, señor Pullings, batería de estribor"
o antes de la batalla final
Pero para comprender este discurso, que apela al deber y a la patria, hemos de remontarnos al inicio de la película Master & Commander. El navío de la armada británica Surprise se dirige desde Inglaterra a Brasil con 28 cañones y 197 almas a bordo. Las órdenes que ha recibido el capitán J. Aubrey del Almirantazgo son:
"Interceptar al barco corsario francés Acheron, con rumbo al Pacífico, que intentará llevar la guerra hasta aquellas aguas... Hundirlo, quemarlo o apresarlo"
El momento crucial de la película se desarrolla tras la gran tormenta en el Cabo de Hornos cuando Aubrey y el doctor Maturin reflexionan en voz alta sobre la muerte de un marinero, quizás provocada por la terquedad del capitán en perseguir en circunstancias extremas al barco enemigo. Fue una víctima de guerra pero se trata de reconocer si la motivación del capitán fue el cumplimiento de su deber, expresado en la orden del Almirantazgo, o fue más bien una cuestión de soberbia y orgullo extremo que le llevó a la hybris:
- Dr. Stephen Maturin:"Los hombre seguirían al "afortunado Jack" confiando y con razón en la victoria, pero ahí yace el problema, no estás acostumbrado a perder y perseguir a un barco más fuerte, más veloz y mejor armado empieza a oler a orgullo"
- Capt. Jack Aubrey:"No es cosa de orgulo, es cuestión de deber"
- Dr. Stephen Maturin:"Deber... sí, claro; algunos hablan bien de ello"
- Capt. Jack Aubrey:"Se sarcástico si quieres, ver al mundo con un microscopio es tu perrogativa pero esto es un barco de guerra y voy a hacer todo lo necesario para cumplir con mi deber"
- Dr. Stephen Maturin:"¿Sin importar el costo?"
- Capt. Jack Aubrey:"Sin importar el costo"
- Dr. Stephen Maturin:"Seguir órdenes sin medir el costo, ¿no crees que hay cuestiones personales en este 'llamado del deber?"
- Capt. Jack Aubrey:"Las órdenes se subordinan al servicio"
Volvamos a la filosofía. En una ocasión Benjamín Constant escribió:
"El principio moral que declara ser un deber decir la
verdad, si alguien lo tomase incondicional y aisladamente, tornaría
imposible cualquier sociedad (...) tenemos la prueba de ello en las
consecuencias muy inmediatas que un filósofo alemán sacó de ese
principio, yendo hasta el punto de afirmar que la mentira dicha a un
asesino que nos preguntase si un amigo nuestro perseguido por él no se
refugia en nuestra casa sería un crimen."
El filósofo alemán en cuestión era Immanuel Kant que había formulado una novedosa teoría ética según la cual sólo resultaba moral una acción realizada "por deber", no "contra el deber" ni "conforme al deber". Es decir, no vale como acción moral ni ayudar a un anciano a cruzar un paso de cebra porque así sabemos que los posibles espectadores nos consideraran buenas personas -o pensemos que con dicha acción nos ganamos el cielo (conforme al deber)- ni, claro está, empujar al anciano bajo las ruedas de un coche (contra el deber). Se trata de ayudarlo porque es nuestro deber Y PUNTO, sin esperar ninguna recompensa, material o espiritual, por la misma. Pero, ¿cómo sabemos cuál es nuestro deber? No vale consultar una guía prefabricada de lo bueno -ni siquiera los Diez Mandamientos- porque para Kant sólo vale como acción moral aquella que es autónoma: aquella que nosotros nos damos a nosotros mismos racionalmente. Así que lo único que nos da Kant es una formulación del deber completamente vacía de cualquier recomendación a la que llamó "imperativo categórico" (una orden sin excepciones, sin condiciones, sin notas a pie). Por ejemplo:
«Obra sólo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal»
¿Qué hubiera hecho el capitán Aubrey si hubiese sido un kantiano tan estricto como riguroso? Sus órdenes estaban claras: seguir al Acheron hasta Brasil. Por lo que, siguiendo al prudente sentido común, se tenía que haber dado la vuelta... y la película no se hubiera rodado. Sin embargo, al desobedecer literalmente la orden tampoco la desobedeció absolutamente porque no se le ordenaba volver tras la llegada a Brasil o dejar de perseguir al Acheron. Así que ante la ambiguedad de la orden, Aubrey pudo interpretar creativamente cuál era su deber. El peligro, como le señalaba el doctor Maturin, es que hubiese confundido en dicha hermenética creativa el espíritu de la orden del Almirantazgo y su labor como oficial con el espíritu egoísta de su narcisismo de guerrero.
Aubrey, por tanto, nos muestra la grandeza limitada del proyecto ético de Kant. Porque la razón siempre estará limitada y sobrepasada por la complejidad de la realidad, ante la cual hemos de reaccionar dentro de los parametros no sólo de lo racional sino también de lo razonable. Por lo que paradójicamente la mejor manera, en su caso, de obedecer órdenes es... desobedeciéndolas. Ese conflicto entre los planes de la razón y los imprevistos de la realidad es la que nos debe llevar prudentemente a preferir lo bueno a lo mejor, el óptimo de segundo grado al de primero, el mal menor (ese "ani-mal menor" con el que Aubrey le gasta una broma a Maturin) a la utopía imposible.
También pone en jaque Master & Commander otra distinción kantiana entre "uso público" y "uso privado" de la razón. Siendo el primero el que se realiza en cuanto ciudadano que se dirige a la esfera pública y el segundo en cuanto "miembro de una asociación privada". En cuanto que "uso privado" nos debemos someter al criterio general de la organización privada a la que pertenecemos; por lo que respecta al "uso público", podemos decir y hacer lo que nos dé la gana. Así un sacerdote católico puede pronunciarse contra el celibato de su profesión pero tiene que acatarla y cumplirla mientras quiera pertenecer a ese club. Lo mismo valdría para un juez que no estuviese de acuerdo con la ley de matrimonio homosexual: puede expresar su opinión en artículos pero ha de casar necesariamente a aquellos que así lo prefieran mientras los ampare la ley. Sin embargo, Aubrey deja de perseguir al Acheron para que su amigo pueda curarse en las mejores condiciones, lo que atenta contra su deber estricto de perseguir al Acheron pero, sin duda, es muy razonable en cuanto que no hay un peligro inmediato para su propia tripulación ni muy alta la probabilidad de que encuentre a la tripulación enemiga. Como le espeta Aubrey a Maturin en otro contexto:
"Era una promesa condicionada, esto no es un buque privado; ...¡no hay tiempo para sus caprichos!, sr"
La historia de la filosofía consiste en intríncadas elaboraciones idealistas por las que distintos filósofos, de Platón a Kant, han tratado de defender lo incondicionado, lo absoluto y lo inmutable para cobijarse de los caprichos, giros inesperados y cisnes negros que aparecen en la vida en todo su esplendor y en cada detalle. Pero no se daban cuenta de que sus conceptos no eran sino metáforas y sus Sistemas, meros caprichos. La dialéctica entre Aubrey y Maturin nos advierte de que seamos fieles a los principios pero todavía más a los amigos. O dicho de otro modo, que sigamos al imperioso deber pero que en última instancia le hagamos más caso al caprichoso amor.
6 comentarios:
Mucho de lo que es útil desaparecería si se prohibieran estrictamente todos los pecados. [multae utilitates impedirentur si omnia peccata districte prohiberentur]
- Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q. 78 i (En 'Dr. Bernard Mandeville...' de F.A. Hayek)
Ah, y "The Relatively Absolute Absolutes" de Buchanan
http://www.cultureofdoubt.net/download/docs_cod/Buchanan-%20Positive%20Economics.pdf
Vía P. Schwartz, "en busca de Montesquieu".
Curiosamente, lo que más me ha llamado la atención de todo el artículo es la afirmación de que Kant sería ruso si viviera hoy en su misma ciudad natal.
Pues no, Sr. Navajas, Kant seguiría siendo alemán aunque viajara con pasaporte ruso.
El concepto liberal de nacionalidad es una ficción basada en un simple documento legal.
O quizas en su mente que es lo importante seria mas ruso que Kutuzov por mucha sangre alemana que tuviese.
El enfoque racial de Estoico tampoco me suena muy liberal.
Gracias Antonio, por las referencias. Kant tenía en mente sobre todo el utilitarismo como adversario filosófico. El argumento de Estoico es el usó Hitler para reivindicar un trozo de Checoeslovaquia... con lo que no quiero decir que no sea válido. Vete a saber, a lo mejor fue por eso por lo que los rusos esos se liaron a tiros...
A mí tampoco me suena muy liberal, porque no lo es.
Reconozcámoslo: el liberalismo es un idealismo.
Yo intento ser realista, y me importa poco si se me asocia con Hitler o con Nelson Mandela.
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